8. A partir de lo que se implica o se afirma en el texto siguiente, contesta las preguntas 8 a 10. LA SEMANA SANTA CORA DE LA MESA DEL NAYAR. UN RITUAL SOLAR DE TRADICIÓN PREHISPÁNICA. La Mesa del Nayar, también conocida como Mesa del Tonati, Toakamuta o Yáujque’e, fue la capital de un Estado indígena que logró mantenerse independiente hasta 1722. Apenas 200 años después de la caída de México–Tenochtitlán, y luego de múltiples intentos fallidos, los españoles lograron conquistar este baluarte natural, rico en manantiales, en el que, de una forma similar a la que ocurre en otros estados aborígenes americanos, gobernaba un poderoso linaje, cuyos integrantes se consideraban descendientes directos del Padre Sol. El último tonati o rey nayar tuvo que renunciar en 1722, pero los coras siguen teniendo un espíritu independiente. Hoy en día, la Mesa es una comunidad con una tradición étnica vigorosa, gobernada por una compleja jerarquía cívico–religiosa encabezada por un consejo de ancianos (bausi) y un gobernador tradicional, electo anualmente, cuyo título es el de tatuwan, palabra derivada del náhuatl tlatoani. El pueblo no cuenta con una taza cuadrangular sino con un patrón habitacional disperso, con lo cual se ha logrado mantener un estilo de vida semejante al prehispánico. En los alrededores de sus casas los habitantes cultivan pequeñas huertas; el ganado y las milpas están en el monte, muchas veces en lugares lejanos. En el reino del Nayar el culto se centraba en los templos, en donde se guardaban las momias de los reyes muertos. Los españoles las quemaron, después de hacerles un juicio formal y declararlos 'ídolos'. Sin embargo, los coras lograron rescatar al menos el cráneo de uno de sus tonatis. Esta reliquia se guarda en la sacristía de la misión y diariamente se le ofrendan flores, algodón y todo tipo de objetos votivos. Para los coras actuales, el templo católico sigue siendo un templo del Sol. También se siguen visitando las ruinas de los antiguos templos que se encuentran en los alrededores del poblado. Por otra parte, en un lugar escondido del monte, a varios kilómetros del pueblo, hay otro tipo de centro ceremonial, el patio de mitote, donde se celebran danzas y rituales nocturnos relacionados con la petición de lluvia y de fertilidad. La cueva de Toakamuta, ubicada al poniente de la Mesa del Nayar, es un destino de peregrinación visitado por los habitantes de toda la región. A diferencia de los coras de Jesús María y Santa Teresa, los meseños son, hasta la fecha, muy reticentes a la presencia de extraños en sus fiestas. Sólo hasta principios de los años setenta, el antropólogo José de Jesús Montoya tuvo la oportunidad de observar la fiesta de Semana Santa, particularmente espectacular, incluso en comparación con otras semanas santas entre coras, huicholes o tepehuanes. Por ese tiempo, las autoridades del pueblo también permitieron la realización de una película documental, dirigida por Alfonso Muñoz y una serie fotográfica a cargo de Guillermo Aldana. Estos documentos son, hasta la fecha, los únicos testimonios fotográficos profesionales de este importante proceso ritual. RECUERDO HISTÓRICO Y ESCENIFICACIÓN DE UNA LUCHA CÓSMICA En la mayoría de los pueblos indígenas del Gran Nayar, los ritos del equinoccio de primavera (Semana Santa) se encuentran entre los más importantes de todo el ciclo ritual anual. Debido a que la Mesa es una de las comunidades coras más conservadoras de toda la región, su Semana Mayor es una de las más interesantes para los antropólogos. Se trata de una ceremonia que vincula la fertilidad agrícola y la reproducción del cosmos con el culto al Sol, astro identificado con el Cristo del catolicismo. Lo que se celebra es la muerte, a manos de un ejército de demonios nocturnos de la fertilidad, y la resurrección del padre mítico de los coras: una gran rebelión simbólica. Después del descalabro militar ocurrido en 1722, evento traumático que los coras conservan en su memoria colectiva, los nayarite no han caído en el derrotismo y aprovechan la Semana Santa para reafirmarse como un pueblo aún poseedor de una poderosa organización militar. Los integrantes de las tropas de demonios que invaden el pueblo a partir del miércoles se llaman borrados o judíos. Su tarea es perseguir y dar muerte al niño Nazareno que representa al Sol. Lo buscan por todas partes, corriendo alrededor del pueblo, espantando a los espectadores pero, a la vez, entreteniéndolos con toda clase de bromas abiertamente sexuales. Durante los tres días que dura la Judea, el gobierno tradicional es destituido. Pero no hay anarquía, ya que los borrados, a pesar de su comportamiento frenético y salvaje, cuentan con una compleja jerarquía militar y obedecen los comandos de sus capitanes y centuriones, quienes son los oficiales que dirigen la ceremonia y fungen como autoridades interinas. Para dar muerte al Cristo–Sol los judíos 'borran' su personalidad cotidiana con una pintura corporal hecha de olote quemado. El color negro remite a la oscuridad del inframundo y el cielo nocturno, y alude a la ausencia de moral manifiesta en estos demonios, que son los hermanos astrales del Padre Sol. De manera muy similar a los 400 huitznahua del mito mexica sobre el nacimiento del dios solar Huitzilopochtli, los hermanos astrales coras quieren matar al niño que nace de una relación ilegítima entre su madre, la tierra, y un forastero. Según otras interpretaciones, los judíos se quieren vengar de su hermano menor por haber tenido una relación incestuosa con su madre. Todos los varones, jóvenes y adultos no muy viejos, participan en los tres días de la Judea. Para aguantar el esfuerzo físico, el calor y la sed, ingieren algunos gajos de peyote, un cactus con propiedades psicotrópicas. Sus armas para las batallas rituales son largas varas de otate y sables de madera. En contraste con otras comunidades, los judíos de la Mesa no llevan máscaras ni tocados con cornamentas de venado. Después de capturar al niño que representa al Nazareno, los judíos lo llevan en una gran procesión que, de manera conceptual, pasa por todas las esquinas del mundo. Sin duda, se trata de una resignificación del vía crucis de la liturgia católica. El niño se sienta en el punto más alto de la cúpula de otate, que representa al Santo Entierro, aunque la forma de estas andas poco comunes remite, más bien, a la cúpula celeste, en cuyo lugar más alto reside el astro diurno. LA RESURRECCIÓN DEL SOL Aunque el Sol muere, los demonios del inframundo son tan destructivos que comienzan a pelear entre ellos mismos, con sus sables de madera, y a matarse simbólicamente. Ésta es la moraleja del proceso ritual: la ausencia del orden solar implica que las fuerzas del inframundo se autodestruyen. Finalmente, al amanecer del sábado, último día de la fiesta, se 'abre la gloria' y el Nazareno resucitado sale a través de las puertas del templo. Su reaparición causa la muerte súbita de los borrados, que caen fulminados al suelo y se desvanecen, como las estrellas de la noche al salir el Sol esplendoroso al amanecer. De nuevo, es el astro diurno el que resulta victorioso en la lucha cósmica, reinstalándose así el orden fundamentado en la autoridad solar. Los demonios regresan al inframundo de donde habían surgido tres días antes. Su triunfo sólo pudo ser temporal. El mensaje final del ritual es que las fuerzas de una fertilidad desenfrenada tienen que ser controladas por la autoridad del Sol.Los documentos del ritual del Nayar son
buen simulador